05 mayo 2016

Tristeza



Esta mañana se despertó con desgana. Durante toda la noche no pudo pegar ojo. No dejaba de pensar en lo acontecido el día anterior. Aquello le estaba matando por dentro. No podía o mejor dicho, no debía contarlo a nadie pero sentía como el secreto oprimía su estómago. Intentaba olvidarlo y respirar lo más profundamente posible y de aquella manera aplacar al adversario de sus entrañas, pero no funcionaba, aquello sólo servía para hacer más grande la agonía que llevaba sobre sus hombros y acelerar su corazón. ¿Qué podía hacer? Lo sucedido le estaba matando. Dejó de sonreír a las personas que le rodeaban, era consciente de que parecía un alma en pena, de que así no valía la pena vivir. Los demás eran extraños que pasaban como películas de cine mudo por su vida. Sólo había pasado un día, pero ¿sería capaz de aguantar muchos más?
            Se miró en el espejo. Sus ojos se llenaron de lágrimas, lágrimas que debían haber salido hacía años, pero que se fueron amoldando en su interior. Ya no podía seguir reteniéndolas.
            - ¡Los chicos no lloran! - Le había dicho siempre su padre. - ¡Sécate esas lágrimas y levanta la cabeza!

            Ahora no estaba para decírselo, y tampoco podría ayudarle en su lucha. Se volvió a mirar en el espejo y descubrió a un hombre totalmente abatido, incluso se veía más envejecido. Su rostro sólo denotaba tristeza. Cubrió la cara con sus manos y rompió a llorar. ¡No puedo más! - pensó desconsolado. Entonces la rabia se adueñó de él y con todas sus fuerzas asestó un puñetazo al pequeño espejo del lavabo. Ahora las lágrimas se fundías con la sangre resultante de aquel infortunado golpe, aunque le abrió los ojos. No volvería a sentirse triste nunca más. No volvería a sentir que les había defraudado. Todo debía de acabar aquí. Necesitaba poner fin a todo lo que él mismo empezó. Miró a su alrededor. Secó sus lágrimas y cubrió su mano con la toalla. Echó un último vistazo al fragmentado espejo y cerrando la puerta se marchó.

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