02 marzo 2012

NUNCA MÁS

Estaba triste. Demasiado triste para nada. Mi cuerpo estaba inmóvil, inerte encima de aquella silla. Se formó un nudo en mi garganta. Decidió no moverse de allí y ahogarme sin ninguna compasión. Sentía que necesitaba respirar. El aire cada vez era más escaso, pero era incapaz de captarlo dentro de mí.
Deseaba gritar, romper el universo con un aullido, desgarrarme las vestiduras y sofocar mi dolor, el dolor que sentía en lo más profundo de mi alma…, pero allí estaba, sentada en aquella silla, sin poder mover un solo musculo de mi lacerado cuerpo.
No cabía en mí. No podía creer que nunca más volvería a escuchar su dulce voz. Nunca más volvería a oír su risueña sonrisa, ni a sentir su aliento en mis mejillas. Nunca más volvería a recordar aquel olor a jabón y lejía, ni su mirada de enfado ante cualquier rebeldía.
¡Quien me iba a aconsejar ahora! ¡Quién pasaría largas noches sin dormir a mí lado! ¡Quién se iba a preocupar por mí!...
Por fin mi garganta soltó un alarido: ¡QUÉ VOY A HACER SIN TI AHORA!

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